poludio

poludio

18.8.14

el talibán trash

Tolo

Tolo por Bartolo

Bartolo por Bertold

 Bertold Beckman

oriundo de Emmendingen

no puede dejar de pensar

no ya en su pasado

sino en el volumen de lo pensado.

Yo recurría a la plaza con frecuencia

un cuaderno una birome

a escribir la historia de Tolo.

Este es el resultado de lo que no pudo decir

en mis apuntes

en lo indecible está la cosa.

El peso de mi pensamiento

no refleja la peligro de sus extravíos

él no sabe por qué se tortura

con remordimientos que exceden en tamaño sus crímenes.

Agobiado por el pasado

agrava los errores

la importancia de sus reflexiones.

Si pudiera abandonar el ejercicio religioso de pensar

se convertiría en santo.

Pero los santos no piensan.

Pensaba mientras rastrillaba el barrio

alzaba la cabeza para contemplar

el inconstante mobiliario de las caminatas.

Estratificaba su peregrinaje entre cielo y tierra

primeramente predicando

el cielo los árboles los hombres los insectos.

Consultaba el subcomité de ética de las estrellas.

pero había puesto la energía en lugares equivocados

y ahora no podía afrontar los costos de un litigio celeste.

En todo trastocamiento

hay anomalías

hábitos mentales

y la negación más íntima.

Yo escuchaba su voz desde el estómago.

Dejaba que la melodía subiera sola

estallara en la cabeza.

Subnormal era el veredicto de esos prejuicios.

Edad incierta

cuando la panza empieza a servir de apoyo

a los brazos cruzados.

Cuando se empieza a creer en cualquier cosa.

Tolo había roto el aparato de circulación de ideas épicas

y

"adecuada" era su palabra predilecta.

Porque no había adecuación posible.

¿En quién depositaría una confianza ciega?

Me decía le gustaba escuchar

voces en el contestador

entonces

llamaba a su casa:

“Hola Bertold, ¿está Bertold?

Te llamaba para avisarte que voy para allá”.

Le gustaba meterse en la cama con un libro

despreocupado de bienes que no poseía

a excepción de ese libro esa cama

ese techo que se ponía.

Tomaba hasta desnucarse.

Era su rasgo ascendente.

Lo encontré delante de la dietética

mirando un paquete de galletas sosas

a precio de un riñón.

Olor a digestión de las bacterias.

Subnormal.

Dijo:

algo que me levante el autoestima

que no sea cocaína.

Te salió un versito, lo minimizaba

se sumía en depresiones sin parangón

en la genealogía del sufrimiento.

Para deprimirse hay que tener memoria de elefante

sufrir una baja en el coeficiente intelectual

en la autoestima o

sucesivos recortes presupuestarios en la dieta.

Mil cosas.

El que sabe es a costa de los ignorantes.

Lastimosamente

parecen confirmarnos las disquisiciones de los transeúntes.

Tolo era el único que sabía en este barrio.

Katia dijo: “me dio medio miedo.”

“Lo cansan las personas.”

“¿Por qué no prueba con animales?”

Lo agobia el verano

lo anula el invierno.

Las pocas ideas se desperezan en un rango de temperaturas entre 20 y 25

entonces florecía y me contaba.

Antes que llegaran los rusos

y los camiones alemanes evacuaran la población civil

en el frente

el padre peleaba

en desventaja de diez a uno.

La abuela llaveó la puerta

nunca pudo volver por sus cosas

ni por su casa.

Guardó en la valija

dos muñecas de porcelana que atestiguan

el oficio del abuelo.

Acá no quería depender de nada

que no podía fabricar

ni lo movilizaba la curiosidad de conocer a sus nietos

y ahora que murió

a él tampoco

la de tener un puñado de hijos para mostrárselos.

Piensa:

su papá veranea en Gesell

y el mío en el cementerio.

Ayer me caí por la escalera

mirá

me mostraba la sutura en el dedo inflamado.

Cuando el tren pasa por la villa 31

una chica en estado de turbidez

mira por la ventanilla y piensa

en la tasa de multiplicación de los monos verdes del África

en las antenas de DirecTV

¿serán de curso legal en la villa,

se las afanaron las pusieron de adorno?

Piensa en la toxicidad de los alcaloides psicoactivos que consumieron

los albañiles que hicieron las taperas

de cinco pisos

engalanadas con antenas

Un perro no hace un carajo

le dice vení se va

sentate y corre a contar los huesos

de su esqueleto.

Tolo piensa en lo que piensa la chica

que ahora abre un apunte con gráficos estadísticos.

Sacó otro apunte y se puso a mirar un

mapa de isobaras.

Se hacen los undergrones

esos nenes que cantan Odas a la primavera

no saben deprimirse

con explosiones aisladas de alegría

rotas en una carcajada.

Iba a buscar los cheques que llegaban todos los meses

a la orden de otra persona.

Yo iba al banco a hacer algún trámite.

Lo admiraba lo evitaba con la misma intensidad.

Lo vi diluirse en la periferia

caminando por ahí

llevaba ropa arratonada

desteñida

cara de que el futuro fue ayer.

En Colegiales

se acerca una bacteria entre millones.

Cara de Jonathan

no como preguntándose:

¿Cuál será la convención literaria onomatopéyica en la poesía isabelina

para reproducir el canto de los pájaros?

No. La bacteria ataca:

“Yo creo que esto funciona así:

tal, cual, Pascual, todos se han fusionado para ser talcualpascual

y tal pascual y cual estaban en otro lado montando orgías secretas.

Fuimos a clavar nuestra manguera aquí, te lo aseguro.

Flashero”.

La voz del narrador lírico asume el cambio de registro temporal

de presente a pasado

acuña la forma adjetiva de flash

y opta por introducir ese neologismo en su semilengua

gangosa.

El talibán trash quiere ejercitar el pensamiento racional.

Tiene percepciones truchas

Intuiciones generadas por prejuicios,

escrúpulos de proporciones epidémicas.

Son animalitos

lejos

animalejos.

“Depué de la tre no vemo

si Dio quiere”.

(piensa: no sé cómo hizo para poner una ese)

Se sacan fotos,

dos se sacan fotos con el celular.

“Llamá.

No me funciona el sei.

Desde que no me funciona el sei

no puedo llamar a lo que tienen sei”.

En la estación San Martín

se descuelgan de los pasamanos

y corren detrás de continentes geológicamente activos

como tetas

van a hacerse todas las pajas atrasadas.

El talibán trash debería comenzar con una dedicatoria

una dedicatoria a una ex

con la cual este poema

no hubiera sido posible.

De ahora en adelante –se consuela pensando-

no se podrán utilizar estas palabras

sin estar sujetas a contraprestaciones económicas

cuando sean publicadas.