cargo
veinte iraquíes,
dos afganos,
tres venezolanos
en el tanque de mi fiel NISSAN.
reviso el aceite y el vinagre.
agarro la circunvalación,
cruzo toda la ciudad
por una pinta de stout.
vuelvo a tientas,
lijándome los huesos
contra paredes encaladas.
en el espejo:
el pelo sucio,
la barba crecida,
la claudicación moral de un bárbaro.
emitiendo sonidos guturales,
infrahumanos,
Laura se sacó la remera
y le aflojó el corpiño a Ceci.
Manuel sin short se tiró de cabeza,
jugamos al voley en bolas.
con los pepinacos en agua clorada
nos sentíamos libres,
el tiempo se había detenido...
pero bastó que dijera:
“¡todos a la cama!”
para que me miraran como a un bicho raro,
un depravado sexual.
me asalta una duda,
un cuadro leve de indecisión mancha mi vida monacal.
dejo a todos en la pileta
“¡voy a darle la mano al obispo!...”
“ajajaja”.
al atravesar las puertas batientes de la cocina
cambio de opinión:
voy a la habitación donde se cambiaron las nenas.
la ropa está revuelta sobre la cama.
alzo una bombacha aureolada de efluvios virginales,
la huelo,
respiro hondo, pienso:
la mejor flor.
¡a-rro-rro mi gnomo!
hay un canciller Orgasmo
que balconea en mi bragueta.
esgrimo mi primacía sexual
entre adolescentes acaloradas,
las someto a un tanteo meticuloso.
dejo la pornografía al alcance de las niñas,
le musito a mi sobrinita:
vamos a jugar al caballito,
¡vamos a jugar al caballito!
le musito a mi sobrinita
que ya emplumó una pelusa incipiente
y una pilosidad púdica en la conciencia.
¡qué dicotomía antitética!
¡qué binomio antiestético!
el viejo indecente, la niña inocente.
Jo me observa con ferocidad.
corro detrás de Jo
la encaro y me trabuco
finjo
que no me salen las palabras para tratar de seducirla,
demostrarle lo mucho que me intimida,
lo realmente impresionado que me deja.
pero no es boluda,
es la menos boluda de las tres.
sigue ACÁ