poludio

poludio

20.12.08

taplán de marimbana

abrir el tupper y meter la cuchara












espolvorear
mezclar bien

Dirán, "yo conozco la harina de hueso y la ceniza de"... ¡No! ¡Éstas son cenizas de huesos!... Emulando el comportamiento de Shaman para con su desafortunado amigo Ivory, en la enternecedora How High, yo saqué a mi familia del aparador y espolvoreé el sustrato con sus cenizas. ¡Mis antepasados inmediatos! ¡su hijo dilecto! a ver qué pasa...
Siempre dije: los voy a llevar al sur que les gustaba tanto, y me contenía pensando: no voy a enchastrar un arroyo cristalino con eso, entonces me dije, los tiro al tacho y listo, pero tampoco me animaba a tanta crueldad... Por añadidura, cuando vienen las amigas de mi novia, señalando las urnas, la gastan con bromas de tipo: "vos sí que te llevás bien con tus suegros, eh". Cuando aparece la señora, vuelca la lata y junta las cenizas del piso con la palita. Las cosas no podían seguir así, entiendanmé...
Entonces, legalicé su uso en la psicoterapia; media taza de Oma para la paraguayita de la izquierda... otro poco del viejo vigor prusiano de mi padre para esas dos debiluchas de ahí.
Más allá del tono incongruente que anima este patético relato, obviamente cierto de por sí (ver relevamiento fotográfico y epígrafes a pie de electropágina), va a ser cosa rara contemplarlas crecer, tal vez florecer violentamente y finalmente, fumar... No digo que a través de esta ceremonia propiciatoria me vaya a comunicar con mis ancestros, no, pero, por lo menos, cargaré esas caladas de sentido y gratitud... (risas).
Del mismo orden es la creencia en las virtudes de la salmuera procedente de la salazón del cadáver de un santo Lama. Impregnarse en sangre, revolcándose desnudo en una superficie ensangrentada, por el descuartizamiento de un cadáver, asegura una larga vida... (son risas)

Avezados dirán que sube el ph, los más avispados que baja la electroconductividad, a ciencia cierta no lo sé, colegas, ¿y qué? hasta habrá algunos que se burlarán de mi impericia, y eso sí, los más de mi escritura. No, che, a estos últimos les diré que mi chiste trasciende el hecho artesanal y penetra a las metafísicas regiones de lo estético-plástico y lo poético-expresivo, anhelando respuesta para mi angustia existencial, de frente a un inconmesurable misterio que no logramos aprehender. (cálices de son risas).

6.12.08

ESTAR DEL LADO DEL SAPO



Germán Kramer. a Holderlina, Libros de Tierra Firme, Buenos Aires, 1999, 71 páginas.

Los poemas del primer libro de Germán Kramer son breves y resultan inquietantes porque con ellos el autor se inserta en un espacio intermedio entre una agotada “poesía sobre el poetizar”, y la adopción beligerante de una estética determinada, e interviene, de esta manera, en los debates teóricos y estéticos contemporáneos. Así, Kramer busca su lugar entre la adopción de una voz que mima por momentos el gesto pretendidamente ingenuo o irresponsable que caracteriza a los poemas de algunos jóvenes pop y que expone la pura superficie como si fuera la única posibilidad de decir, y la apuesta fuerte por una escritura que se aproxima a la enunciación discursiva directa y “que está decidida a llegar al fondo de la cuestión para saber”.
Entre el hacer, el saber y el percibir se escriben los poemas de Kramer. Lo que se quiere saber es lo que está más acá y más allá de la percepción; lo que se quiere hacer es decir eso que hay, que es también hablar de lo que no se percibe porque no está o está desaparecido. El poema presenta, a partir del instante de la percepción, un concepto, que si aparece como carente de afecto es no sólo porque rehúye lo sentimental y su profundidad dramática para remitirlo a su materialidad de pequeño detalle minimal, sino también porque el afecto se concentra en el hecho puro hasta mimetizarse con el ojo que percibe y recorta su fragmento de real.
En estos poemas los objetos, escenas o situaciones presentadas remiten siempre a un más allá que es a la vez referencial y simbólico. El aislamiento de situaciones y palabras apunta a una revalorización de lo desgastado en el lenguaje por el uso y abuso. Por eso la reducción a mínimo opera como un zoom que acerca el detalle, lo aísla, lo presenta en gigantografía, para que vuelva a decir algo. Por eso también el afecto, en la medida que se ha convertido en otro clisé, se retiene por detrás de la voz.
“Panamericana/ hombrecitos de VITAL/ hallaron sangre y tejido humano/ en la sangre y tejido humano de un hombre”: desde el asombro de que el hombre retenga características de lo humano, hasta la comprobación de informe médico-policial de los restos de una pelea entre hombres, el poema se atiene al dato, un dato bruto y puro al mismo tiempo, en el que la referencialidad del detalle resalta el poder de condensación elíptica de la imagen. Da cuenta simultáneamente de la violencia y de la redención: cuánto de bestia, cuánto de humano hay en el hombre, en sólo tres líneas. Se puede decir que Kramer se asemeja en esto al imaginismo: busca sintetizar en una imagen algo que está más allá de ella, algo del orden de la reflexión, la pregunta, la sensación. Cuando las preguntas, las sensaciones y las reflexiones se encadenan hay una indagación por el saber, una investigación acerca de lo que hay. En estos poemas, que pueden leerse, en la línea de los primeros imaginistas, como haikus urbanos (un “complejo intelectual y emocional en un instante de tiempo”, en la definición de Pound), esa pregunta cristaliza en una imagen que se presenta engañosamente como pura superficie, y juega con su poder de reverberación, con los efectos de luz en los ocelos de la imaginación de quien lee.
De este modo el poema, funcionando como una superficie de fijación que detiene momentáneamente el flujo, la velocidad y la distancia, intenta ver en filigrana la luz que hay detrás de toda luz (“toda luz/ tiene una luz a sus espaldas”), jugar los trompe l´oeil de figura-fondo, luz-sombra, superficie-profundidad (“revelación/ el detalle irrumpió en el ojo/ y no tenía una visión abarcadora de las cosas./ hasta hace poco creía que había cosas ocultas./ no hace mucho descubrí que no hay cosas ocultas./…”), y convertir al lenguaje poético en esa superficie de autoindagación, para hacer, como decía Hölderlin, y reafirma Heidegger en su lectura del poeta alemán, de “esa tarea (poetizar), de entre todas la más inocente”, aquella que corre el riesgo de hacerse cargo de “el más peligroso de los bienes: el lenguaje, para que dé testimonio de lo que es”, es decir, para hacer lo real en el lenguaje. Se podría decir que es eso, desde el principio, estar del lado del sapo: “en la esquina de casa/ Lula saltó arriba de un sapo/ y lo reventó./ todos se acuerdan/ de olvidarse/ pero yo desde ese día/ estuve del lado del sapo.”

Anahí Mallol, Diario de Poesía nº56


para leer un fragmento del libro hacer click ACÁ

29.11.08

delitos leves

cargo
veinte iraquíes,
dos afganos,
tres venezolanos
en el tanque de mi fiel NISSAN.
reviso el aceite y el vinagre.
agarro la circunvalación,
cruzo toda la ciudad
por una pinta de stout.






vuelvo a tientas,
lijándome los huesos
contra paredes encaladas.
en el espejo:
el pelo sucio,
la barba crecida,
la claudicación moral de un bárbaro.






emitiendo sonidos guturales,
infrahumanos,
Laura se sacó la remera
y le aflojó el corpiño a Ceci.
Manuel sin short se tiró de cabeza,
jugamos al voley en bolas.
con los pepinacos en agua clorada
nos sentíamos libres,
el tiempo se había detenido...
pero bastó que dijera:
“¡todos a la cama!”
para que me miraran como a un bicho raro,
un depravado sexual.






me asalta una duda,
un cuadro leve de indecisión mancha mi vida monacal.
dejo a todos en la pileta
“¡voy a darle la mano al obispo!...”
“ajajaja”.
al atravesar las puertas batientes de la cocina
cambio de opinión:
voy a la habitación donde se cambiaron las nenas.
la ropa está revuelta sobre la cama.
alzo una bombacha aureolada de efluvios virginales,
la huelo,
respiro hondo, pienso:
la mejor flor.






¡a-rro-rro mi gnomo!
hay un canciller Orgasmo
que balconea en mi bragueta.
esgrimo mi primacía sexual
entre adolescentes acaloradas,
las someto a un tanteo meticuloso.
dejo la pornografía al alcance de las niñas,
le musito a mi sobrinita:
vamos a jugar al caballito,
¡vamos a jugar al caballito!
le musito a mi sobrinita
que ya emplumó una pelusa incipiente
y una pilosidad púdica en la conciencia.

¡qué dicotomía antitética!
¡qué binomio antiestético!
el viejo indecente, la niña inocente.






Jo me observa con ferocidad.
corro detrás de Jo
la encaro y me trabuco
finjo
que no me salen las palabras para tratar de seducirla,
demostrarle lo mucho que me intimida,
lo realmente impresionado que me deja.
pero no es boluda,
es la menos boluda de las tres.





sigue ACÁ

8.11.08

Badolato



















Un día de sol que rajaba la tierra, yo estaba en el bar Centrale, esforzándome por entender a Tonino, que hablaba con el convencimiento que forja las grandes epopeyas de la historia pero con una pasión y seriedad que decepcionaba. Tonino, el hijo de la comadre Conchetina.
Tal cual, por lo que pude entender después de hacer un esfuerzo sobrehumano: un capo de Renault -el de largo pelo blanco y ensortijado-, iba a casarse con una ragazza de Soverato, el pueblo vecino.
La fórmula uno me piace ma non troppo.
–Germano, una domanda, ¿Qué auto tienes en la argentina? –me agarró Agazio por el otro lado.
–Yo tengo dos –dijo Tonino.
–¿Tienes telecámera? –quería saber Agazio.
–Yo tengo tres –se apuró Tonino, alzando la mano y sumando el dedo anular a la V de victoria.
Por ejemplo, si Agazio cometía la imprudencia de comprar el chisme más insignificante y después la infidencia de comentarlo, Tonino le preguntaba en seguida cuánto le había costado. Naturalmente, el otro siempre le decía un precio mayor del que había pagado, y este le contestaba con un gesto de triunfalismo berreta. Ésa es habitualmente la mecánica de conversación en el bar Centrale.

Todo cambió cuando una lagartija se asomó a observarnos. Agazio recogió un puñado de piedritas y comenzó a arrojárselas. La piedritas rebotaban en el muro que estaba detrás. Con cada impacto la lagartija tomaba la precaución de girar la cabeza para observar el muro. Agazio me miró y se rió. Agazio era más inteligente que la lagartija.

–Signorina ¿a che hora posso prendere il pullman per andare a Badolato Superior? –le pregunté a la chica de la barra.
–Alle tre –pensó un segundo-; no, alle cinque.
Miré el reloj.
–¿Dove ferma?
Señaló la vereda de enfrente, dejando entrever una tupida mata de pelos rojizos.
–Grazie.
–Prego.
Al salir, la masa radicular del brazo de la signorina se convirtió en una imagen que me asaltaría con picos de excitación y de rechazo durante el resto del día.
Caminé pisando corchos hacia la luz del día. Era demasiado para mis pobres ojos locos.
Eran las tres de la tarde y podía, una de dos: bajar a la playa y achicharrarme hasta la hora que llegara el pullman o emprender la subida de a pie: seis kilómetros cuesta arriba bajo el sol y achicharrarme igual.
Elegí esto segundo y emprendí la subida caminando a buen paso por un camino asfaltado de a ratos, que serpenteaba con curvas y contracurvas más cerradas que el dialecto calabrés hasta alcanzar la cumbre donde se asentaba el pueblo y volver a descender por detrás de montañas lejanas que conectan con pueblos vecinos como el de Santa Caterina que, en días límpidos uno podía ver nítidamente, entrecerrando los ojos o poniéndose la palma de la mano a modo de visera.
Como si se pudiera dividir y engañar el cansancio para que no fuese demoledor, logré administrar las fuerzas apelando a un truco de la infancia que consistía en dividir el camino en etapas imaginarias.
Cuando ya sólo me faltaba un kilómetro de ascenso, en una de las últimas eses que hacía el camino vi alzarse el pueblo, magnífico sobre el abismo.
Estaba sudando como un queso y me había detenido a contemplar el impactante conglomerado de casas apelmazadas entre la montaña, el verde azulado de los olivos y los hilitos de agua de los arroyos que bajaban.
Eran montañas facetadas por la naturaleza y cortadas en rebanadas por la ambición del hombre: se alternaban partes amarillentas de montañas rotas por los aludes y otras por los desmoronamientos infligidos en la construcción de terrazas de labranza.
Me saqué la remera.
Con el pueblo frente a mis ojos y la hazaña al alcance de las manos me sentía Superman. Empecé a cantar una canción de Zambayonny: “soy superman y me chupan la pija”…
Repentinamente frenó un jeep que bajaba en dirección opuesta a la mía, y me sacó la sonrisa que llevaba puesta. Puteé.
Era Antonio Gallelli, el padre de Agazio y Tonino, en un Mitsubishi blanco.
Dijo algo que no hubiera entendido sino fuera porque señaló el sol y con el dedo índice atornilló y desatornilló la sien.
-La montagna –señaló con el dedo.
-¿Il giardino? –le pregunté.
-Si.
Vamos, pensé, cambiando de plan en un segundo.
Entré en el jeep. Volví a golpearme la cabeza y lo acompañé al huerto de la montaña desde donde pueden verse todos los pueblitos de la región.
Iba a buscar verduras, o eso intuí ya que no hablamos una palabra durante todo el trayecto.
Cada tanto murmuraba palabras incongruentes, yo giraba rápido la cabeza, él emitía sonidos antigramaticales y respondía en voz alta a algún pensamiento silencioso. Al rato dejé de escucharlo.
Antonio era un tipo viejo encorvado sobre el volante, una antigualla con la mitad de la cara paralizada por un tiro que le había dado el cuñado en su juventud, presumiblemente para ajustar una cuenta pendiente.

Me puse a pensar en Antonio y Conchetina… tienen otras dos hijas en Santa Caterina, no me acuerdo los nombres… ponele A y B. El esposo de A es primo del esposo de B. Los dos son miembros de la ´Ndrangheta. El primero estuvo preso, después salió… si traicionó o descontroló la distribución y el trasiego de pastas, eso nunca nadie te lo va a contar. A raíz del incidente le enviaron una rosa negra. Se sabe, una rosa negra es una sentencia de muerte segura. A los pocos días lo amasaron en la Via Nazionale. Me reí... después imaginé los titulares de la Gazzetta del Sur: “su vehículo fue tiroteado en la carretera principal por dos desconocidos que se trasladaban en moto”. El esposo de B también estuvo preso y salió... pero este entró y salió, entró y salió, entró y salió como cuatro veces. En el pueblo nadie te va a contar el porqué, eso seguro… hace poco volvió a caer preso en Catanzaro, dicen las malas lenguas por vengar la muerte de su primo.

Hace frío y sopla viento arriba en la montaña.
Entramos en la casa y me ofreció un vaso de vino casero.
-É buono ¿no?
-Il meglio vino del paese –dije.
Afirmó con la cabeza y salió dejando el vaso de vino a la mitad.
Lo vi a través de la ventana meter lechugas, cebollas de verdeo y huevos en una bolsa de plástico.
Yo terminé el vino y salí detrás de él.
Nos paramos entre las vides y dijo alzando el brazo:
-Li, Isca.
Giró sobre sus pies y señaló en otra dirección:
-Li, Santa Andrea y la, Badolato.
Yo señalé en la última dirección, un pueblito que apenas se distinguía en la montaña.
-Santa Caterina -dije
Y mientras se acuclillaba para cortarle el cuello a un par de cabezas de lechuga que se parecían a Tonino y Agazio, me dijo:
Un padre puede alimentar a cuatro hijos pero cuatro hijos no pueden alimentar a un padre.
Mierda, pensé, un pensamiento inherente a la raza humana que no todos tienen la franqueza de confesar.
Yo sólo escuchaba las opiniones contrarias a mi pensamiento, en consecuencia sospechaba que las de él debían estar erradas porque se parecían peligrosamente a las mías.
Estaba equivocado.
Agregó:
Antes de la guerra lo único que comprábamos eran fósforos y sal.
El mar detrás de mi espalda.
Sin saber qué decir pero paralizado como generalmente me dejan las observaciones de un solitario me di la vuelta para ver el mar.
Sólo avivaban el atardecer de junio los chirridos negros de los escuadrones de golondrinas y el zumbido de los moscardones.
Después se levantó viento. Y la certeza de que el convencimiento de un loco pesa más que la vida de cien mil almas.

26.10.08

saltando de blog en blog es común dar con alguien que vaticina la muerte de algo. leí los argumentos que aseguran la muerte de la historia, la muerte de las ideologías, la muerte del capitalismo, la muerte del libro; ayer un periodista de wired anunció la muerte del blog a manos de YouTube, Flickr y Facebook. Hoy en el obituario del periodista del Maipo, el editorialista fantasma anotó -republicó- una nueva partida de defunción "la muerte de los soportes tradicionales analógicos". el blog parece ser el lugar preferido para anunciar la muerte de los elementos y otras patrañas de cuño retórico. sí, bwana. larga vida a todos tus muertos.

lo que dijo la conductora

"Un conjunto de ciudadanos empujados al consumo se convierte rápidamente en una sociedad empujada al robo y al crimen. En cada cosa que compran, compran también la posibilidad de que la roben. El robo es un derecho inalienable adquirido con cada cosa que compran. Lo que se puede robar también se puede comprar. Si no tienen dinero para comprar lo pueden robar a punta de cuchillo. Pero por más dinero que compren con cuchillos, nunca podrán robar lo que no está a la venta. Mientras el dinero sea la cualidad de los ricos, el cuchillo no debería ser materia censurable para los pobres. El dinero multiplica los cuchillos. Hoy en Olivos al contador Juan Carlos Pérez le robaron la vida y la notebook. Pero al contador no lo mataron, el contador se suicidó. El robo no existe, las cosas cambian de lugar: de lugar en el que no se necesitan a otro en que sí se necesitan. Ahora vamos al informe. No. mejor veamos la nota, buenas noches Josecito". Josesito transmite desde el lugar de los hechos. Solange la viuda, sus hijas y los vecinos están consternados.

19.10.08

robar cable es delito

se robaron las tapas de alcantarillado. los cables eléctricos y de teléfono. los medidores. la electricidad. los postes metálicos de señaléticas de calles. se robaron las tapas metálicas de los desagües. se robaron hasta las mociones de Cámara que tipificaban esos delitos. se robaron las tuercas antirrobo. las llantas. las ganzúas. se robaron los medidores. se robaron los transformadores, los rectificadores. se robaron los restos de Kurt Cobain. se robaron los techos de las paradas de Retiro. se robaron un ladrón muerto. se robaron millones. se robaron monedas de baja denominación. se robaron piezas arqueológicas. se robaron el sable corvo de San Martín, el reloj de Belgrano, las manos de Perón. se robaron quince palmeras de una avenida. diez mil celulares por día. se robaron el grito de Munch. las placas de los monumentos. los picaportes de bronce, los vidrios de las ventanas. los riñones de los transeúntes. se robaron 14 localizadores GPS y se olvidaron de apagarlos. el clásico del domingo se robó la atención de las parcialidades de pungas. se robaron los bancos de las plazas y los besos robados. se robaron el agua de una laguna. se robaron camiones de caudales, vacas para morfar, mascotas para pedir rescate. se robaron un bebé en el Santojanni. Macri dice que los cartoneros se roban la basura. se robaron 27 picassos. un 25 y puso la denuncia. se robaron un cráneo para fumar marihuana. las toallas de los hoteles, los ceniceros de los restaurantes. se robaron una avioneta. se robaron un meteorito. las alhajas. se robaron una peluca. a punta de pistolas robaron en la tienda: prendas y la virginidad de la tendera. los espejos se robaron el alma, menos mal. se robaron el felpudo “yo lo encontré tirado”. me robaron: la billetera, el reloj, las zapatillas. la ropa colgada en la terraza. a un amigo le robaron una, dos, tres novias. se robaron dientes de oro. flores en los jardines de Quilmes. se robaron las voces que parlamentaban en silencio. los sonidos de la naturaleza intemporal. se robaron todo.

entonces si el robo es la quintaesencia de cada cosa, porque a la gente le gusta llevarse las cosas a la casa, acumular es hacer acopio, ya no de cosas sino de una serie interminable de robos. cuando alguien me cuenta que asaltaron una fábrica donde se produce el robo en serie, es decir, el bien robado ajeno sin solución de continuidad o hay una falla en la cadena productiva de robos, me siento indiferente como espina de arenque.

¿no sería trabajo social del escribiente, en días de ocio, o ahora, en esta precisa centésima destemplada de tiempo, comunicarle a conocidos, amigos y sus pares (mala gente de verdad) –de forma entretenida, pedagógica– que el robo no existe; o sugerir entre racionalidades punitivas de amigos, conocidos y sus pares (mala gente de verdad), siempre ansiosos por penalizar la pobreza, una remota posibilidad de que ese robo no exista verdaderamente, y que las cosas únicamente cambien de lugar: de un lugar en el que no se necesitan a un lugar en el que sí se necesitan?

en los noventas no se podía escribir la palabra desaparecidos sin obtener a cambio un meritorio premio literario. no estaba mal que así fuera. los capitanes de la industria del robo primero matan a los que piensan. con el tiempo nos preguntan qué pensamos y llaman a eso democracia. naturalmente no pensamos nada. qué vamos a pensar, tenemos el cerebro frito y azucarado; nos robaron el pensamiento, el órgano con el que pensábamos.

11.10.08

acero de carne y hueso

Peine del Viento

Viajé de Bilbao a San Sebastián y el gran motivo de felicidad era conocer el Peine del Viento.

Qué genial. Soy fanático religioso de Eduardo Chillida desde el día en que mi madre me arrastró a una retrospectiva del donostiarra en el Museo de Bellas Artes y que hoy recuerdo una letanía sin ton ni son: la muestra de “piolines y papelitos”.

Detalle: cada una de las piezas de diez toneladas de peso y 215 x 177 x 185 centímetros que integran el conjunto de tres esculturas del Peine del Viento, está formada por cuatro gruesas barras de acero de sección cuadrada que emergen de un tronco común enraizado en la roca. Una de las barras describe una curva en el aire y traza una paralela con el tronco común, antes de volver a incrustarse en la roca. Los otros tres brazos se retuercen a modo de garfios atrapando el espacio en su interior.

Caminé por el lugar, hice algunas observaciones y éste es mi aporte a la confusión general.

Chillida acusa la instalación del Peine del Viento en el promontorio rocoso del final de la playa de Ondarreta y la revelación del título de la obra, al viento del sur que estrella con violencia las olas contra las rocas de la bahía. "El mar tiene que entrar en San Sebastián ya peinado", decía.

Pero probablemente ni siquiera el propio Chillida supiera que la geología nominal de la obra, le fue sugerida por la observación de unas vetas que rastrillan delicadamente las últimas faldas del Igeldo y que ahora yo apelando al maniqueísmo más ominoso y relamido podría denominar la Peineta de la falda del Igeldo, por las que el artista tuvo que pasar obligadamente en sus paseos de la infancia, y luego no menos obligadamente en la juventud cuando iba a revolver su pensamiento frente el mar.

Es decir, susceptible al influjo de ese pensamiento, la escultura pública y abstracta más salvaje de Chillida ya estaba ahí antes de que él la creara. Y tiene que ser considerada la más perfecta intervención de la naturaleza en una obra de arte, a la vez que el ejemplo de land art más crispador de la indocilidad de esa naturaleza. Los dedos de acero crecen de la roca como crecía el tronco -ya seco- en el escollo del olivo (Palmi).

"Mi escultura es la solución a una ecuación que, en lugar de números, tiene elementos: el mar, el viento, los acantilados, el horizonte y la luz. Las formas de acero se mezclan con las fuerzas de la naturaleza, dialogan con ellas, son preguntas y afirmaciones. Quizás están ahí para simbolizar a los vascos y a su país".

La firmeza atemporal que irradia su obra la convierte en incesante objeto de conocimiento de hombres enamorados, hombres locos, hombres solitarios y arruinados por la vida, que desde hipotéticas edades de oro peregrinan a postrarse frente al mar en busca de respuesta. Ahí, en el acantilado que clausura la Bahía de la Concha, el Peine del Viento se interpone entre el hombre que sufre y el mar, expandiendo el horizonte lúcido de su existencia.


Peineta de la falda del Igeldo

Escollo del olivo

27.9.08

Williams Burro mirá en la obra de enfrente

El deporte no está reñido con el trabajo. Williams Burro mira la obra de al lado. Un albañil tira un ladrillo a otro que se encuentra en el nivel superior. El ladrillo llega cortito a las manos con precisión absoluta. Siempre lo lanza a prudente distancia del cuerpo. El que lo recibe saca las manos, lo descuelga del aire, quiebra la cintura y apoya su try. Doscientos, quinientos, mil quinientos treinta y nueve tries por día.





21.9.08

lo veo
contando las arrugas
que nos separan
pero ya estoy demasiado maquillada
para darme el lujo de llorar.

13.9.08

nudo inspirado en siete inflexiones de voz registradas en el mercatino de Soverato que abre solamente los viernes

Dejaron de mirarme señoritas de veinte años y comenzaron a hacerlo damas de sesenta. Mi estado atlético envidiable hace que me sienta joven y ágil como me sentía cuando tenía dieciocho años, sin embargo cuando tomo plena conciencia de mi condición mortal o pienso en la finitud de la vida me siento un hombre mayor

Hoy en el mercado me di cuenta de que estoy envejeciendo. Ya no me miran las chicas de veinte años y comenzaron a mirarme señoras de sesenta. Cuando tomo conciencia de lo que me falta por hacer y del tiempo que me queda, me deprimo muchísimo. Aunque estoy entero, eso sí

Dejaron de mirarme chicas de veinte y comenzaron a hacerlo señoras de sesenta. Me siento indestructible como a los dieciocho, sin embargo cuando tomo conciencia de mi condición mortal me siento un viejo de ochenta

Dejaron de mirarme minas de veinte y empezaron a hacerlo viejas de sesenta. Estoy hecho un toro, pero cuando pienso que me voy a morir me siento una mierda

Juira bicho. Hoy en el mercatino de Soverato me miraban todas las viejas y las pendejas no me daban bola. Estoy pila como de pendejo, pero cuando pienso que voy a estirar la pata algún día me siento un viejo hecho concha 

Me cayó la ficha. Me gustan las pendejas, las viejas no me caben. Cuando pienso me quiero matar

Ay qué joven tan buenmozo no me saca los ojos de encima, qué mierda mira este viejo choto pelotudo por qué no se va a mirar a su abuelita

va fangulo

6.9.08

La Calabria



Badolato es un pueblito medieval de Calabria. La urbanización irracional y laberíntica de este caserío asentado en una sierra grande frente al mar Jónico podría adjudicarse a la cólera de un dios airado o a los pueblos del mar.
Los jóvenes badolatenses huyeron a Soverato, a Catanzaro, a Reggio en busca de trabajo y diversión. Los que provienen de familias acomodadas presumiblemente persigan la senda del progreso en universidades de Bologna, Roma y Milán.
En el pueblo quedaronn los ancianos y los locos. A media mañana y a media tarde salen de las grutas y deambulan por los pasadizos. El pueblo está infectado de lagartijas y de locos. Las lagartijas se dividen en grandes y chicas, los locos en sexuados y asexuados.
Pero en el elenco estable de Badolato, las actrices principales son las comadres. Al oír el tañido hipnótico de las campanas, las comadres salen de austeras fachadas de piedra y se meten en las iglesias, como lagartijas escurridizas en el primer agujero que encuentran. No hay nada que se interponga en el rito de la misa diaria. Los redobles que llaman a misa y la feligresía parecen llegar de todos lados. Las fieles comadres tienen una oferta de eucaristías inigualable. Se consagra el cuerpo de dios en doce iglesias de sólida piedra.

A las once de la noche, una de las devotas más respetadas en el paese, la cumara Vitoruzza, pálida como una estatua de cebolla vino a golpearme la puerta.
Subí corriendo por Umberto I hasta la guardia médica de la plaza del foso.
–Ho bisogno di un medico per la signora Rossina Battaglia. Lei ha la febbre e dolore di spalla –dije, agitado por la subida.
–¿Quanti anni ha la signora Bataglia?
–…. –alcé los hombros.
–¿É anziana?
–Si.

Via Bellini 16. Les indiqué. Me siguieron. Bajé por Umberto I hasta Vía Credaro. Conté diecinueve pasos, bajé tres escalones, doblé a la derecha y bajé otros seis escalones hasta Vittorio Emanuele, viré a la izquierda a una arteria de dos metros, me perdí y pegué la vuelta. A los veinte metros barranca abajo doblé otra vez a la izquierda y en Vía San Nicola avancé diez metros hasta una anchura mayor, bajé cinco escalones hasta que la arteria volvió a hacerse de cuarenta y cinco centímetros y solo podía atravesarla de costado. Señalé la puerta verde.

Pude ver a la signora Rossina estirada en la cama y a la cumara Vitoruzza sentada al brasero. Entró la médica y yo me quedé afuera. En seguida salió a pedir el termómetro que no llevaban consigo por razones de higiene. A través de la puerta entreabierta vi a la signora Rossina arquearse para estornudar y estornudar con ganas pero sin fuerzas. Hundir la cara en la almohada para amortiguar el ruido. Cuando volvió a apoyar la mejilla, el calor emitido por el estornudo hizo que la despegara rápido y la apoyase en el otro extremo de la almohada. Su hermana Vitoruzza pasó a mi lado y fue a buscar el termómetro.

… yo estoy seguro de que no me vio… la venía mirando… estaba sentado con la cabeza gacha… alzó la cabeza cuando ya había pasado… estaba ensimismada en sus cosas… yo estoy seguro de que no me vio…

Volví caminando solo. Subí a la cocina. Abrí un Chardonnay delle Venezie y me llevé un vaso y la botella a la terraza. Me senté en la reposera a sondear las tierras de labranza bajo la luna nueva. Ma ché bella giornata. Me di cuenta de que comenzaba a pensar en italiano.
–Vincenzo é finocchio, –me interrumpió Rina.
–¿Qué?
Para esclarecerme arqueó las cejas, abrió grandes los ojos y se apretó el lóbulo de la oreja.
–Ah, ya entendí, –nos reímos juntos a carcajadas.
Ahora cada tanto miro desde mi terracita que viene otro con el mismo problema y charlan animadamente.



INTROITO

De la misma manera que no se debería destruir así como así el patrimonio de la humanidad o está penado con 601, 01 euros sacar la basura a deshora o la conciencia natural nunca exclusiva de la teología moral nos impide pisar una flor o tirar basura en parques nacionales; lugares de extrema belleza como Badolato deberían estar exentos de los avances tecnológicos.
Cuando lean esta explosión de descontento todo estará perdido y los últimos viejos que aún preservan el espíritu de la montaña habrán muerto.
Sus hijos y los hijos de sus hijos fueron seducidos por la burbuja del progreso. En pocos años pasaron de arar la tierra con uñas y dientes a convertirse en defensores de técnicas de todo tipo y factor.
Se los ve caminar atiborrados con bocaditos, teléfonos celulares, laptops, cámaras digitales.
Lo único que lograron transmitirles los padres fue el dialecto cerrado de la montaña.
Ahora este hato de obesos aturdidos y embrutecidos por la pereza poco incurren en la conectividad léxica de padres y abuelos. Configuran el primitivo mundo de los nuevos inventos. Un novedoso retorno a l´uomo di neandertal a través de las galerías regresivas del mercado que siempre es mitad tecnológico y mitad lucrativo. El tecnolucro del mercado.
De más está decir que por “espíritu de la montaña” no es hijo de la locura quien rechaza vivir en un progreso permanente y sueña con una parcela de tierra fértil y montañas definitivas recortándose en el horizonte.
Es innegable que hubo un cambio de hábitos. Italia se convirtió en colonia de Estados Unidos y los jóvenes badolateses se mudaron al pueblo de abajo la montaña (la Marina); pasan apurados en sus Fiat o sus Lancia por la Via Nazionale que conduce a Soverato o Catanzaro hacia el norte y conecta con Riace al sur.
Los pendejos van y vienen por la carretera principal. Pican el sistema nervioso de los vertebrados superiores (Badolato superiore). Se saben preclaros representantes de la cultura del progreso y una imposición que atenta contra el tronco encefálico de sus abuelos.
La gran aspiración de estos ragazzi que se decantan por el dinero, las novedades que llegan desde el imperio, los cursos de venta directa o el empleo de ciertas palabras del argot es ventilarse unas pocas rayas de sulfato de amonio en el capot del nuevo Fiat 500 que hace furor en la zona.
Hasta acá no hay nada del otro mundo que no sea promocionado sin éxito en los cuatro puntos cardinales. Tecnofóbico, todo es oscuridad a la luz de los avances tecnológicos y si hay algo que siempre se ilumina es sólo el fondillo de los fenicios. Empiezo, entonces, con esta historia de corte involucionista.


(fotos y palabras: germán kramer, verano del 2008)

la

feligresía

va

llegando

apurada





misa celebrada al aire libre. Badolato, Calabria. Chiesa della Immacolata (1686)
foto: gk, verano del 2003