poludio

poludio

22.2.15

XIV
Cuando asumí la presidencia
se me abrojaron
zanganotes
recolectores variopintos
escritores y poetas de toda laya
que anhelaban un cargo en el gobierno
vivir sin trabajar y chantajear a sus camaradas.
Yo los vi arrastrarse por cuatro peras.
Al final elegí uno
que si bien
no era un recolector de inusitado talento
tampoco era tan malo como sostuvieron después
y por sobre todo no andaba detrás de críticos
editores y sus pares
malos recolectores de verdad que no dejaban cosa sin lengüetear.
Por añadidura no dirigía revistas
ni editaba otros recolectores
no había fundado grupo ni corriente alguna
ni había influido de manera decisiva en la poesía de su generación.
Nunca había tenido un éxito clamoroso.
Todo más que suficiente para cautivar nuestra atención
y ocuparnos de sus ideas.
Dijo una vez
cuando los cayos se diluyen en las manos
el discurso se vuelve un parloteo en la boca.